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Omara Portuondo dice: “Voy a cantar hasta que me muera”

La Omara de Cuba

Omara de Cuba, nuestra más auténtica embajadora cultural, derrochó química y complicidad con los jóvenes de la Faílde en la despedida de la Feria Tecnológica La Guayabera 5.0 de Sancti Spíritus.

Cada uno de los pasos por la alfombra roja confirmó su pacto natural con el arte. Levitó al ritmo de las ovaciones que opacaban el sonido de la Orquesta Faílde que, otra vez, le abrió sus brazos. Subió con elegancia al escenario. Lo hizo suyo. Acomodada en una butaca, alzó su voz. Así se presentó Omara Portuondo, una verdadera deidad de la música cubana.

“¿Ustedes no tienen frío?”, dijo a modo de presentación, cuando el aire del río Yayabo le dio también la bienvenida a la Casa de la Guayabera. Una chaqueta improvisada de inmediato la arropó para que Veinte años brotara de su inmortal voz.

Omara Portuendo

Constantes aplausos, tarareos, contención de alientos… Omara de Cuba —como ella prefiere que le llamen y no otros apelativos que sólo se le ajustan como lentejuelas— derrochó química y complicidad con los jóvenes de la Faílde, quienes toman su altura y le siguen cada entonación, movimientos, miradas…

“Ellos me invitan y yo voy con mucho gusto. Los lleno de energía porque ya son muchos los años en esto. Los músicos tienen que nacer con el talento que da la naturaleza y debe gustarles lo que hacen”, confesó minutos antes de robarse por unos instantes el escenario.

Dos gardeniasQuizás, quizás, quizás… se multiplicaron en un coro multitudinario que la acompañó sin grandes afinaciones, pero que ella instó a no callar con improvisaciones, sugerencias a que repitieran, una y otra vez, determinadas frases.

“Es ella, la de Centro Habana y del mundo”, aclamó Pedro Pablo Cruz, uno de los integrantes de la Faílde, responsable de una fusión entre la joven agrupación y la Premio Latin Grammy a la Excelencia Musical, que ya cumple casi cuatro años y que hoy disfruta de la producción discográfica Siempre tu voz, un homenaje al Benny Moré.

https://www.youtube.com/watch?v=6buVNKuBPeA&feature=emb_logo

Vestida de estampado de fondo verde aceituna y con su característico pañuelo rematado en una gran lazada sobre la cabeza, la Portuondo se lució al romper el guion previsto cuando recibió el reconocimiento de la Asamblea Municipal del Poder Popular, de Sancti Spíritus, y dejó escapar Yayabo está en la calle… Un pasacalle que la hizo bailar, tomar el aire con sus manos, sonreír…

“Me da mucho gusto estar aquí. Soy una mujer feliz”, añadió antes de salir a escena, quizá en el instante que no recordó que ya había deleitado esta tierra, hace muchos años, durante el Festival de música cubana en tributo a Joseíto Fernandez y en los cabarés Los Laureles y Rumbos.

Pero frente a su público esta casi nonagenaria borra los caprichos del paso del tiempo que, en ocasiones, se le posan. Insiste que la acompañen al desgranar otra emblemática melodía: Lágrimas negras, mientras coquetea con Ethiel Faílde, el hombre orquesta, su soporte musical en la escena.

Para cerrar, Las mulatas del chachachá. Vuelve a dejar a un lado la butaca. Toma los dos brazos que la aseguran de un mal paso y justo en el borde del pequeño escenario desplaza de un lado a otro sus caderas, al compás de un ritmo tan auténtico que quien intentara imitar haría total ridículo. Tal vez sin proponérselo evoca cuando probó fortuna, por obra del azar, en el mundo de la danza, siguiendo los pasos de su hermana Haydée, integrante de la entonces compañía del prestigioso cabaré Tropicana.

Y así la fundadora del cuarteto vocal Las D’Aida se despide del gran patio de La Guayabera, donde se robó la noche y regaló tantas energías, incapaces de captar por los cientos de celulares; suceso que aún late con el mismo ritmo de cada uno de sus minutos en escena.

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